Apunta en tu diario otro día más de vida. Igual de hueco que todos. Pero eh, al menos vives. Vacío, pero vives.
Como un robot, pero a quién le importa.
Apunta en tu piel otro día más de dolor. Que quizá sea tan bonito en el fondo como la razón de ser de él mismo. Y tú di que es un código de barras. El precio de la vida. El que toca pagar a todos.
Y te llamarán loco.
Y a quién le importa.
Apunta en tu mente a todo aquel que se acerque a ti demasiado y ve haciendo una lista en tu memoria sobre cuántos de ellos se irán. Y quizá la cifra se asemeje al número de cigarrillos que fumarás hasta olvidarlos. Y quizá sea que para ellos eres un cigarrillo más.
Y te consumen.
Y te tiran.
Y a quién le importa.
Apunta el número de inviernos que pasaste sin nadie a quien abrazar mientras las sábanas abrazaban las mantas. Mientras la nieve envolvía cada árbol. Y navidades en los que el papel de regalo aparentaba más alegre que tú. Pero los dos érais iguales.
Porque a él también lo rompían.
Pero a nadie le importa.
Y no llegará(s) a importar a casi nadie.
Solo unos pocos se toman la molestia de arreglar lo que otros han roto.
Unos pocos.
Y nada más.
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