martes, 28 de enero de 2014

Odio a quien jura, lo juro.

Os juro que sí, que arrancaría vendas solo porque no volviera a arrancarme la voz.
Os juro que parece que la oscuridad en la que paso mis días destiñe en mis ojeras. 
Os juro que las golondrinas alzarán el vuelo por nosotros. No hoy... Quizá algún día. Un día en el que encuentren otro pelo de su mismo tono oscuro que les escriba en las mañanas tormentosas. Este está ya muy frío y revuelto. Otro pelo desde el que puedan quedarse observando las luces de Navidad que viven en las calles. ¡Y vosotros diréis que cada año las ponen más pronto! Y me seguiré preguntando qué es pronto comparado con la vida que nos espera sufrir. Y los instantes. Pronto. 
Os juro que siento la fiebre subir y qué más da, si ya no lo encuentro ni en mis delirios febriles. Qué importa la canción que parece cantar el frío a través de las ramas de los árboles si no lo escucho a él en los coros. Me he acostumbrado a desechar todo timbre que no sea el de su voz. Me he acostumbrado a vivir en silencio. Me he acostumbrado a llorar sobre mi cama deshecha cada vez que espero que la realidad mejore con el tiempo y, mientras lo hago, ni siquiera tu foto se digna a mirarme. 


Escucho el latido y las gotas. 
Escucho un grito de voces rotas.
Y os juro que necesitábamos ser tristes para ser reales. 

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