lunes, 27 de enero de 2014

Las reclamaciones, a los días.

El cielo solía ser azul. Y me refiero a cuando estabas, que fue no hace mucho.
Aún no he entendido porqué te marchaste y ya podría haber escrito quince libros con todos los escritos que realicé pensando en ti. Quince. Con páginas y páginas de agradecimientos en las que solo figura tu nombre una y otra vez. Todos separados por comas. Quiero decir, sabes que no soy gran fan de los finales de ningún tipo, y si no quiero ponerlos, ¿por qué iba a poder hacerlo un signo de puntuación?
Que no te merece, amor. Ni a ti ni a un final a tu vera. 

Las nubes solían ser blancas. Y me refiero a cuando no lloraban por ti, tampoco hace mucho. 
¿Sabes lo triste de que las ojeras sean señal de cómo nos matamos? Quiero decir, me parecen un bonito cementerio personal cuando no es contigo con quien cargan. Cuando no es por ti por quien velo. ¿No ves que destiñen estas noches oscuras en tu iris claro?

El cielo solía ser azul. Las nubes solían ser blancas. 
Y la vida no solía ser una de esas putas que no saben si quedarse esperando en un rincón o asomarse a la ventana de tu coche. Simplemente venía, sin vergüenza, a jodernos.

Pero supongo que el cielo cambia. Las nubes. La vida. .

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