domingo, 26 de enero de 2014

Caprichos y el frío asfalto.

Salir de casa es alargar el camino hasta volver, y así no vale la pena.
Pero para ella empezó a valerla un día en que intentaba alejarse del suicidio que representaba quedarse en el salón tirada en el sillón. Odiaba ver su alma rasgarse como odiaba la lamparita que allí estaba. Ella contra ella. Y los vecinos pensaban que estaba loca cuando aseguraba haber recuperado el juicio. Y se ponía celosa de la sombra que odiaba porque decía que al no tener rostro era más perfecta que ella. Solía decir que la vida era como un manicomio con habitaciones sin acolchar: podrías darte golpes hasta morir. O quedar inconsciente. Y al mundo le gustaba la metáfora pero no ella. Y expresaba el desacuerdo con la vida quedándose en casa.


Y decía que salir era alargar el camino hasta volver, y así no valía la pena. 
Pero para ella empezó a valerla un día en que intentaba alejarse del suicidio que representaba quedarse en su salón sin acolchar, para acercarse al que representaba abandonarse en la carretera. 


Con estrellas como techo y un paso de peatón como cama. 

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