martes, 28 de enero de 2014

De ojalás, vida.


Esto pretendía ser una carta para ti. Quiero decir, también yo pretendía ser tuya, pero supongo que eso tampoco importa. Venía a contarte que he vuelto a perderme.
Sí, otra vez. 
Creo que me estoy convirtiendo en mi propio bosque, pero supongo que eso sigue dándote igual. Me duele hasta el dedo corazón al escribirte. Y el alma. Ojalá pudiese cambiar eso. Ojalá pudiese quemar tus fotos como si no las tuviese grabadas en mi mente, y ojalá no se reproducieran solas a la hora de dormir. 
Venía a recordarte que tus moratones siguen siendo todas las nebulosas que admiro. Que tus lunares son todas las estrellas que quiero. Que tu sonrisa es toda la Luna creciente que necesito que me alumbre. También quería explicarte que de tanto dar vueltas el insomnio me enreda el pelo por las noches, amor. Y ojalá fueras tú. Tengo dudas, corazón. ¿El amor siente dolor o simplemente lo trae? ¿El dolor se enamora? A lo mejor el dolor se enamora de nosotros. A lo mejor le duele amar. A lo mejor el amor ama hasta que le duele. No como tú.
Esto pretende ser una despedida, pero mejor no. 
Quiero decir, no puedo escribir un portazo. 

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