sábado, 25 de enero de 2014

Tírame. Y no una cuerda.

Vete mirando al suelo por si encuentras la lógica que me hiciste perder hace ya tanto tiempo. Alrededor de los dos otoños y un invierno y medio. Mientras te alejas ve olvidando las risas que compartimos y las lágrimas que... 
Bueno.
Esas solo las derramé yo.
Procura mantener tu dignidad intacta como siempre la mantuviste mientras yo buscaba excusas para perdonarte por ello. Ah, y no mires atrás. Recuerda que siempre fui como esa bolsa de basura que dejas abandonada en el contenedor; nadie mira hacia atrás para ver si aún sigue allí. 
¿Y esa nube que hay en el cielo tan despreocupada? Tienes razón, se da un aire contigo. Por qué iba a preocuparse si no hay nada ni nadie que vaya a lograr alcanzarle nunca. 
Encima es eso.
Nadie te igualará nunca.
Qué triste me resulta saber que ni siquiera yo fui capaz de estar tan cerca de ti aunque llegase a parecérmelo un día. 
Y supongo que de eso trata la vida; de desengaños. De creer que nadie tiene más dolor que tú en las pupilas hasta que llega el típico poeta con vidrieras en los ojos y un cementerio en sus ojeras. 
Sí, quizá trate de eso.
Y quizá yo esté hecha de trozos de todas esas bolsas de basura por las que nadie miró atrás y a las cuales ayudé a salir de la mierda para que, claro está, acabase yo misma siendo la bolsa de basura.
Y ellos...


Los que no miran atrás. 

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