Escribo más que pienso. Miro más que observo. Duermo más que sueño. Hago todo por inercia.
Menos quererte, de eso soy consciente.
Y soy consciente de cómo silva el viento entre las puertas. Soy consciente de los vacíos que se forman tras las risas de los niños en cada navidad. De cada mirada que según para quién no significa nada y lo significa todo. Soy consciente de lo poco que te siento palpitar, corazón. De lo poco presente que estás. De las luces que iluminan las calles en las fiestas pero no las almas en las noches. Soy consciente de cómo cada libro me consume y me roba esas tardes de lluvia en las que podría seguir pensando en ti y escribiendo historias en los cristales empañados. Soy consciente de cómo se me nubla la vista en cada amanecer despejado y de que prefiero tomármelo como que me voy quedando más ciega de amor cada mañana y no por mis sábanas precisamente. Soy consciente de que las golondrinas no volverán por nosotros porque lo dice Bécquer. Aunque no lo entiendo, pero lo acepto. Soy consciente de que los cuervos no pueden alimentarse de nuestro cariño porque aún no ha muerto, aunque esto último no pueda asegurarlo. Soy consciente de que la vida acaba en un punto, aunque siempre me preguntaré en qué momento de nuestra existencia comienza.
Soy consciente de que parezco consciente mas sigo pensando que se me escapa alguna cosa.
Por eso digo que escribo más que pienso. Miro más que observo. Duermo más que sueño.
Y me parece que hago todo por inercia.
Menos quererte y algo más, de eso soy consciente.