domingo, 16 de noviembre de 2014
sábado, 15 de noviembre de 2014
Era ella.
"Seguramente un día
—una vez me dijo—
dejaremos de ser
porque dejarás de estar."
"¿Acaso deja una rosa
de ser una rosa
por estar marchita?"
Pregunté. Y me tapé los ojos.
Y por un momento
deseé de verdad una respuesta.
Ella solo me abrazó. Fría.
Triste. Era un océano.
"El mediterráneo", pensé.
...Y no sabría explicar por qué.
La vida dura dos minutos.
Tres. Cuatro. Rara vez nueve.
Depende de la canción
que te recuerde a ella.
"Seguramente pronto
—escupió en otra ocasión—
me abandones como siempre
y me olvides como nunca."
"¿Acaso olvida un poeta
alguno de sus versos
aunque los abandone?"
Pregunté. Y no esperé respuesta.
"Siempre vuelve a mejorarlos",
respondió.
Y me quedé de piedra.
Era un dragón. Un fantasma.
Una noche de invierno.
Se volvió como pasar
el día entero en el cementerio.
La vida es llorar.
Reír. Volar. Decepcionarte.
Depende de la película
que le asignes a su existencia.
domingo, 2 de noviembre de 2014
Hasta siempre.
Cuando gritan “detente” y lo que quieren es que pares de irte, sabes que algo se fue antes que tú. No hay nadie tirándote del brazo, nadie halándote de los pelos para retenerte: solo tú y el viento. Y una música triste, quizá. Solo a veces. Cuando alguien grita lo que tú no querías oír. Lo que no querías que fuesen las últimas palabras: “¡Todo esto es culpa tuya!”, “Ojalá pudiese hacer que te quedaras”, “Lo siento”. “¿No te importo ya?”. Da igual cuáles sean, nunca quieres oírlas. Son como un chantaje emocional al que sabes que sucumbirás sin querer.
Perdonad si me he vuelto adicta a hablar de despedidas… Será que últimamente llueve de más y echo de menos. Perdonad los mismos juegos de palabras de siempre. Perdonad si no aparezco. Perdonad si no respondo, ya sea a vuestras palabras o de mis actos. Solo quería… No abandonar. Esperar, quizá. A que pasara algo. O a que dejase de pasar.
Hasta siempre, quienquiera que seas. Aunque nos hayamos ido hace ya tiempo. Ambos. O solo yo. Nunca sucumbí al chantaje.
Brindemos por un invierno separados. Por el otoño que jamás vi llegar.
Y perdón por la
matanza de corazones que nunca me acuerdo de evitar.
jueves, 9 de octubre de 2014
Agonizando.
No, no, no, no. Había vuelto a salir a la calle otra vez. Volvía a no saber adónde ir. “Mierda”. Niños jugando. Una mueca que le tira de los pelos. “Sonríe bien”. ¿Bien? ¿Cómo podía sonreír bien? Mejor dicho, ¿cómo se sonríe mal? No lo sabía, pero pensó que ese era su talento.
Hace unos meses. Hace unos meses se marchó en tren el amor de su vida. Creyó que había sido un trece, pero no conseguía recordarlo con claridad. Aún así, no creía en esas cosas. En los trece. “Es solo un número”. Lo era. Hace unos meses sufrió un accidente de tren el amor de su vida. Qué digo. Un mismo trece. Aún así, no creía en esas cosas.
No, no, no, no. Ella no sabe de qué habla. Yo a veces tampoco, pero la observo. “Él murió un trece”, vuelve a contarle a otro chico de otra parte de la ciudad. Ya van cuatro esta semana. “Decía que yo era un encanto”.
¿Quién cuenta esas cosas?
Pasó con él un doce. Hace unos meses. “Eres un encanto”, dijo. Ella sonrió, aunque pensó que volvía a hacerlo mal. Él pensó que no habría podido hacerlo mejor. No recuerdo bien si le dio un beso. Se despidieron.
No, no, no, no. Está en casa de nuevo. Ahora. No alcanzo a ver si está triste. Seguramente lo estuviera. O lo fuera, no sé, todos la veíamos así. La veo asomarse a la ventana. Qué nostálgico se ha puesto todo de repente. Ahora se mueve. ¿Qué hace?
“Eres un encanto”, se dice. “Ojalá algún día llegues a creerme”. Delante hay un espejo. Roto, pero no valía la pena gastar dinero en uno nuevo. Una lágrima acaba de caer, pero quiero creer que la veo sonreír. Intentarlo. “No, no, no, no”, dice. “Vuelves a hacerlo mal”.
domingo, 5 de octubre de 2014
Echando de menos.
Me he vuelto lo suficientemente loca como para prometerme algo que sé que no cumpliré. Bueno, quizá no loca, quizá solo necesite un abrazo, pero quién le cuenta eso a cualquiera.
Anoche estuve pensando. Como casi siempre, aunque no lo creáis. “¿Cómo podría demostrarle que estoy aquí solo porque él también lo está?” A veces tengo la sensación de que solo me pregunto tonterías. A lo mejor es porque, realmente, solo me pregunto tonterías. Qué más da. Me siento el extra de mi vida, ya sabéis. De últimas, si me preguntaran qué canción soy, seguramente respondería con Comfortably Numb, de Pink Floyd. Me estoy quedando atrás, me estoy sintiendo enferma cada vez más.
Tenía fotos reveladas y sentimientos encontrados. En realidad, hace años de eso ya. Se me olvidó escribir hace noventa días: los mismos que llevo sin recibir un mensaje. Partió en barco (y en dos mi corazón) el amor de mi vida. Ahora solo me siento. Existir, digo.
Anoche estuve pensando. Como casi siempre, aunque no lo creáis. “¿Cómo podría demostrarle que estoy aquí solo porque él también lo está?” A veces tengo la sensación de que solo me pregunto tonterías. A lo mejor es porque, realmente, solo me pregunto tonterías. Qué más da. Me siento el extra de mi vida, ya sabéis. De últimas, si me preguntaran qué canción soy, seguramente respondería con Comfortably Numb, de Pink Floyd. Me estoy quedando atrás, me estoy sintiendo enferma cada vez más.
Tenía fotos reveladas y sentimientos encontrados. En realidad, hace años de eso ya. Se me olvidó escribir hace noventa días: los mismos que llevo sin recibir un mensaje. Partió en barco (y en dos mi corazón) el amor de mi vida. Ahora solo me siento. Existir, digo.
Me he vuelto chalada de más echando de menos.
jueves, 18 de septiembre de 2014
Hacía tiempo que no te escribía.
Una vez dicho todo lo que quedaba por decir, acabaré con unas palabras que significan más que todo lo que podría escribir: Te quiero.
Y sé que acabo igual cada mensaje, cada nota, cada despedida que tenemos frente al otro. Acabo igual cada carta, cada “buenos días, cariño”, cada “buenas noches, que duermas bien”. Acabo igual cada tarea, cada lloro, -intento incluso acabar igual- cada discusión, cuando a veces significa lo mismo que “perdóname”, cuando significa “no te vayas” o “te echaré de menos”, aunque esto sea siempre. Acabo siempre igual, pero es que me da pánico que se te olvide. Que entre distancias y cosas de más, un día estés en a saber dónde y dudes, porque no hay nada más peligroso –y más humano- que una duda.
Así bien, quiero decir… Nunca dudes. Te quiero. Y seguiré acabando igual los mensajes, cada nota, las despedidas frente al otro, cada “buenos días, cariño”, cada “buenas noches, que duermas bien”, cada tarea, cada lloro, cada discusión. Te quiero, no dudes.
Y sé que acabo igual cada mensaje, pero aún así sé que algún día dudarás. Solo estoy tomando mis medidas.
Y sé que acabo igual cada mensaje, cada nota, cada despedida que tenemos frente al otro. Acabo igual cada carta, cada “buenos días, cariño”, cada “buenas noches, que duermas bien”. Acabo igual cada tarea, cada lloro, -intento incluso acabar igual- cada discusión, cuando a veces significa lo mismo que “perdóname”, cuando significa “no te vayas” o “te echaré de menos”, aunque esto sea siempre. Acabo siempre igual, pero es que me da pánico que se te olvide. Que entre distancias y cosas de más, un día estés en a saber dónde y dudes, porque no hay nada más peligroso –y más humano- que una duda.
Así bien, quiero decir… Nunca dudes. Te quiero. Y seguiré acabando igual los mensajes, cada nota, las despedidas frente al otro, cada “buenos días, cariño”, cada “buenas noches, que duermas bien”, cada tarea, cada lloro, cada discusión. Te quiero, no dudes.
Y sé que acabo igual cada mensaje, pero aún así sé que algún día dudarás. Solo estoy tomando mis medidas.
miércoles, 20 de agosto de 2014
Bú.
Somos los lobos que no aullan a la Luna
y mariposas que no forman ciclones
"al otro lado del mundo".
Somos heridos sin sanar,
tiritas sin despegar.
Un silencio como respuesta
a un "Te quiero, mamá".
Y seremos un infierno sin congelar,
otro psicópata que no logra matar.
El "Póngame otra, camarero"
de algún suicida en un bar.
Intentamos ser la vida que no nos dieron
y fuimos la canción que no nos cantaron.
Y me inventé el nombre de muchas personas
a lo largo de toda mi vida
como Abandono.
Hoy abandono.
Pero de verdad,
no como esas veces
en las que se acaba
silbando el nombre de una
en la cama de otra.
lunes, 21 de julio de 2014
Qué estará pasando.
Hace mucho tiempo me venían con cuentos. Es curioso que ahora los cuente mejor yo, ¿no creéis?
Pero lo estoy abandonando. O me estoy abandonando, qué sé yo. Qué más da, además. Voy a contaros alguno sin fin.
En algún lugar del mundo hay alguien enamorándose de la primera persona que pasa por delante en la calle. A la vez hay alguien dejándose morir en el sofá mientras espera una llamada del hospital que le diga que todo estará bien. Llamada que no llegará, por cierto.
En la otra parte del mundo un niño se queda dormido mientras le leen un cuento y su padre llora por tener que abandonar a su familia. Se va a la guerra, sí, pero planea volver. Es más: volverá, pero no hasta dentro de diez años. Y el chico no se lo perdonará nunca y seguirá creyendo que no los quería. Durante todo este tiempo, en algún otro lugar hay parejas que se mandan mensajes deseando abrazarse y otras que se abrazan sintiéndose más lejanas que nunca, pero se lo callan.
Sale el Sol por otro lado y hay otro niño trabajando, siendo aún demasiado pequeño. No muchos países más lejos hay otro niñato haciéndose un tatuaje más. Fue a la escuela, pero no llegó a sacar la ESO adelante. Estaba ocupado robando para sacar dinero para la droga. Qué más le da todo.
Una chica morena sale del quirófano: le han aumentado los pechos. ¡Por segunda vez! Y se ofende cuando alguien la mira llevando escotes amplios. Por otra parte, también hay gente que hace magia con palabras en los muros vacíos que encuentran por la calle. Haciendo a alguien pararse. Firmando como Acción Poética. Haciendo referencia a siete musas.
Hay negros cabreándose porque los llaman “negros” y otros muy diferentes riéndose porque los llaman “de color” por respeto. “Soy negro, tío” dicen, “Todos lo sabemos. Déjate de pijadas."
Niños llorando por heridas. Madres sin tiritas. Padres trabajando. Salarios mínimos que no para todos son suficientes. Alguien dando una vuelta en yate. Gente que viene con cuentos. Gente que los cuenta. Asiáticos. Quien los critica. Los que van. Los que no piensan venir. Tú.
Yo, quien escribe solo para recordar. Cosas pasando.
Y me pregunto qué pasaría
Si nadie se preguntase
“¿Qué estará pasando
en algún lugar del mundo?"
viernes, 18 de julio de 2014
Hablaremos de Acuarela.
Qué dirán si digo
que la vida me parece
otra de esas putas que no saben
si ignorar que pasas
o asomarse a la ventanilla
de tu coche.
Qué pensarán si digo
que al pasar siempre piso
el acelerador,
no vaya a ser que alguna
me pegue algo
o con algo.
Que ya sabemos lo fuerte que golpea.
Qué dirán si confieso
que ella era mi vida,
pero dudo de si puta...
La llamaban Acuarela,
porque eso parecía
su maquillaje cuando lloraba,
Porque eso era:
una obra de arte
a acuarelas pintada.
Juntos...
Juntos podíamos ser
'Nothing Else Matters'
sonando a toda hostia
mientras vosotros, celosos,
pedíais que bajásemos el volumen.
Pero no pudo ser,
no quiso ser.
Y perdonadme si me río
mientras pienso
en qué dirán si publico
que una vez pregunté la hora
y dijo: "Tú tranquilo,
nunca se nos hará tarde".
Pero me veis aquí:
esperando por otro tren,
que se me han escapado varios.
Solo se me ocurrió enamorarme
de una obra de arte
que hice mi vida
y dudó entre si pasar,
quedarse, irse,
asomarse,
o volver
(porque juraría que
en realidad ni estuvo).
Es por ello que al dudar,
ella; mi vida, se convirtió
en otra de esas putas que no saben
si ignorar que pasas
u ofrecerte su existencia de mierda.
Casi todas las vidas son putas,
pero cuidado,
porque no todas las putas son vida.
F(x).
miércoles, 16 de julio de 2014
Muerte en vida y espera.
Me he quedado en el sillón
por si acaso ella regrese.
Lo coloqué en el recibidor,
no vaya a ser que no me encuentre.
Anoche se fue y no volvió.
La llamé, pero no me lo cogió.
Esta mañana había un mesaje,
pero me pareció demasiado tarde.
Anoche le dije que la quería,
pero no hizo puto caso.
Quizá fuese mío el error...
No puede oír si se ha largado.
Anoche esperé.
Y os contaré un secreto:
Las personas no llegan
como las estaciones del año.
Esta mañana...
Esta mañana no hice nada.
Pero esperad...
Esperad, sigo aquí tirado
mientras oigo subir las escaleras.
Y juraría que ahora
llaman a la puerta.
Quisiera abrir,
pero no puedo.
Sinceramente,
ojalá no sea ella.
¡Ya lo sé!
¡No me miréis!
¡Ya sé lo que dije!
Veréis...
Me quedé en el sillón
por si acaso ella regresaba.
Lo coloqué en el recibidor,
no fuera a ser que no me encontrara.
Anoche se fue y no volvió.
La llamé, pero no me lo cogió.
Le dejé un mensaje:
"Te esperarán, pero no seré yo".
Sí, me he quedado en el sillón
por si acaso ella regrese.
Pero ojalá no tenga llave
y no se tope con la muerte.
La vida me parece un chiste
contado de la manera más cutre posible.
F(x).
jueves, 3 de julio de 2014
miércoles, 25 de junio de 2014
Dijo "tenemos que hablar" y me reí.
Está conduciendo a noventa kilómetros por hora y la música suena con una frecuencia relajante. Me mira. Ahora mira a la carretera de nuevo. “Gracias” pienso. “No quería acabar mal esta noche”. Si se ha dado cuenta de que he suspirado aliviada, lo ha dejado pasar. Ahora la música está sonando más fuerte, pero sigue siendo suave. “Tenemos que hablar”, dice. Y yo me río. Habla como si no esperase una respuesta. “Esto es lo mejor para ti, para mí; para nosotros”. Sigue conduciendo, ahora a cien kilómetros por hora. “O quizá solo sea mejor para ti”, pienso. No me atrevo a decirlo. Cierro los ojos por un momento mientras él sigue hablando y lo único que escucho es la música, que ha dejado de sonar reconfortante. Me río. Está acelerando, pero no alcanzo a ver a qué velocidad vamos. “Podía haber acabado de otra manera” grita, o eso es lo que alcanzo a oír. Nunca lo entiendo cuando grita.
Ahora yo estoy riendo. “Está jugando”, pienso. “Le encanta jugar a esto”. Grito para que piense que estoy dentro de juego, pero acabamos de pasar a gran velocidad el lugar al que íbamos. Hay cosas que no entiendo, como que le tiemblen las manos al volante. Me mira con rabia e ignoro todo lo que dice. Creo que se ha dado cuenta de que no le estoy dando importancia, pero no deja de hablar. Sigue y sigue como si fuese un perfecto discurso ya preparado. Quizá lo sea. Grita. Casi no se oye la música en comparación. Dejo de reírme. Ya no tiene gracia alguna. Acelera. Me mira. “Mierda”, grito. “¡No quería acabar mal esta noche!”. Me doy cuenta de que eso fue lo mismo que pensé al inicio de todo, solo que ahora no mira la carretera.
En estos momentos ahí adelante hay una curva que se acerca, pero él no muestra señales de que vaya a desacelerar.
Basado en "The approaching curve", de Rise Against.
Canción de las que te hacen pensar.
martes, 24 de junio de 2014
V.
No soy el mismo —dices mientras clavas
tus ilusiones en lo que queda de las mías.
¿No eres el mismo? ¿Y ahora te das cuenta?
Nunca lo fuiste...
¿Conoces esa sensación de necesitar todo lo que hay a tu alrededor mientras lo de tu alrededor no te necesita?
Ven conmigo, te dejaré entrar.
domingo, 8 de junio de 2014
Entre tanto, espinas.
No sé hablar de dolor sin rosas, ni de mí sin alguien más.
Anoche le vi y me dijo que todo esto no sería un camino de rosas.
“¡Mucho mejor!”, pensé. Es más: le sonreí, e intenté hacerlo con otros ojos que no fuesen mis típicos ojos tristes de haber llorado demasiado y haber roto más fotos de la cuenta a la débil luz de la lamparilla en una noche sin luna y demasiadas estrellas fugaces que perdí de vista. Le sonreí. Otra vez, quiero decir. Mierda. Éramos elegantemente dolorosos cuando ni siquiera el cielo de luto se detenía a llorarnos.
Él tenía también alguna que otra foto clavada en las pupilas.
Qué sé yo si sería mía, de ambos o de quién. Seguía mirándome como queriendo preguntar “¿qué te ha pasado?”, y no podía evitar volver a sonreír. Era imbécil, muy imbécil. Yo, digo. A quién se le ocurre sonreír cuando le preguntan por su corazón a escondidas. Y mierda. Otra vez. Que sí, que será que soy imbécil, os repito. Estuve a punto de responder que lo era él, pero pensé que mejor no. No sé, para qué voy a querer que sea mi corazón si le dan tantos infartos.
“¡Mucho mejor! ¿No sabes que las rosas tienen muchas espinas?”
Al decir eso se le aclaró en su cabeza el porqué de mi sonrisa, estoy segura. Qué zorra soy y qué bonito se quedó el momento para no acabar de destruirlo, sino para dejarlo en unas pocas ruinas que se sostienen por poco. Él también sonrió, ¿sabéis? La sonrisa del que presume de lo que no tiene.
Hay quien presume de ser un fénix...
Y ahí afuera
siempre llueve,
queridos heridos
de guerra.
jueves, 5 de junio de 2014
Hablamos de no quedarse.
Hablan de puertos y faros que guían, sin embargo he pasado noches en el puerto y sigo sin una luz en mi vida. Mira, crecer no es una elección, es un accidente, y claro que me gustaría seguir teniendo cinco años y pedirle a mi padre que deje la puerta entreabierta y encendida la luz del pasillo, pero todo eso se ha acabado. Y tú… Tú mejor no me mires si no piensas volver a mirarme, que estoy cansada de miradas que son faros y solo iluminan hacia el norte que perdí hace ya tiempo.
Te sabe la mirada a barro y hojas secas. No sé si son arenas movedizas, pero casi. Y agradezco no haber pasado por ahí, corazón.Viento y pedazos.
Escribe el eco sobre el eco,
y las máquinas de escribir
sobre funerales y la falta de tinta
en "otra de esas tristes
máquinas de escribir".
Escribo yo, no sobre mí.
¡Eso sería una estupidez!
Escribo yo, sobre ella,
aunque cuente todo lo mío.
¡Y sigue siendo estúpido!
¡Como que el eco escriba
sobre el eco!
O las máquinas de escribir lloren
por "esas tristes máquinas
de escribir".
Cariño, asómate,
que las ventanas están
siempre abiertas para ti.
Que no es una ametralladora
lo que suena por aquí.
¡Que soy yo escribiendo
otra vez al porvenir!
Escribo yo, no sobre mí,
y si lo hago bien no es gracias a ti.
¿Acaso agradece el eco al eco
o las máquinas de escribir
al resto de "esas tristes máquinas
de escribir"?
Recuerda que vivimos
donde la luna se tiñe de rojo
pero nunca nadie derrama
ni una gota de sangre
por miedo a los olores.
Recuerda que sigo escribiéndote.
Que escribo yo, no sobre mí.
Que si lo hago bien no es gracias a ti.
Y que por dentro soy lúgubre
con paredes de colores.
domingo, 25 de mayo de 2014
X.
No pienso hablaros del Cielo
ni de cómo lo dejaba en bandeja.
Ni del Infierno asemejado
al número de su apartamento.
No pienso mirar atrás
a ver arder las nubes.
No pienso quedarme
a ver explotar el compás
que jamás había llevado.
No pienso tocar el picaporte
ni siquiera para cerrar
de un portazo
como no pienso volver
tocando en la puerta
como en tu corazón.
No pienso.
No pienso hacerlo.
Pero pienso.
Pienso todo el día.
¿Y sabéis qué pienso
sobre la Luna?
Pienso que es increíble
que a estas alturas
de la vida
aún se apropie
de su belleza
cada noche.
(Pero no se lo digáis; que ni lo piense)
Coldplay no siempre tiene razón.
Siempre me han encantado las luciérnagas, ¿sabéis? Creo que es por eso que esta ciudad me enamora todas las noches con sus pequeñas luces, borrosas por la neblina: me recuerdan a las luciérnagas. Por eso y por sus calles estrechas y vacías, donde siempre que pasas está sonando Coldplay desde el interior de algún restaurante.
Aquella noche no era especial, pero sí bonita. A mi alrededor podía escucharse Speed Of Sound, lo que me recordó que lo bonito también puede ser triste. A esas horas solo podía pensar en lo que dolían los portazos que se dan cuando nadie está allí para escucharlos. Y no os riáis, pero me di cuenta de que había pasado tanto en mi vida sonriendo con la ilusión de que alguien se enamorase de mi sonrisa, que se me olvidó cómo hacerlo estando sola. Estaba tirada en la acera aquella noche mirando al cielo, en el que nunca se ven todas las estrellas que querría.
Aquella noche hacían ya meses de una causa que había abandonado y, a día de hoy, todavía sigo estancada en el pitido que se escucha al final de una llamada. No lo llamé en aquel momento, pero pienso hacerlo ahora. De hecho, el teléfono suena al mismo tiempo que escribo esto, y a medida que se escuchan los tonos me voy dando cuenta de que Coldplay no siempre tiene razón. De que a veces las cosas no pasan a la velocidad del sonido. Hay esperas que se te hacen eternas, como la que existe antes de que respondan (o no) a la llamada. Y veréis… Creo que después de todo lo justo sería confesaros que yo llamaba para pedir perdón, aún después de no haber tenido la culpa de nada.
Y sé que no entendéis el motivo de todo esto, pero mejor olvidadlo.
El teléfono suena unos momentos más inútilmente, y él no piensa contestar.
domingo, 18 de mayo de 2014
Escondámonos.
Mira, yo voy a serte sincera: a mí no me gusta escribir como a ti no te gusta desgarrarte, pero ninguno tiene la culpa de que las cosas pasen, ¿no es así? Tú te clavas las uñas y yo alguna que otra coma, cosa que no por ser diferente duele menos, ¿sabes? Tú tranquilo, que sé que no. Somos diferentes. Normal. Mientras tú estudiabas hasta con quién follaba Bécquer yo me dedicaba a leerlo. Y eso no me hace mejor persona, corazón, no te confundas; pero no acepto que me hable de versos y amor alguien cuyo nombre no rima con el de otra persona.
Quizá me haya desviado del tema. Verás, voy a serte más sincera aún si puedo: Me importa una mierda. ¡Ahora tómatelo como quieras! Pueden ser mis desvaríos, los tuyos o tú mismo. Estoy perdiendo el sentido. Otra vez. Y recuerdo un día de lluvia en el que me deseaste suerte pero no dijiste de qué tipo. Ahora entiendo la llorera de tantos párrafos inciertos.
No sé qué sentido tiene todo esto, pero echo de menos ser imprecisa y triste.
Reconfortante. Como saber que tu musa te juzga y ha decidido no pegarte un tiro. Aún.
Extraño, digo.
Escondámonos, por si acaso.
jueves, 15 de mayo de 2014
Pongamos que se llamaba Distancia.
… Intentaré explicártelo. Pongamos que vivía con ella. Que lo dudo, ¿sabes? Porque la habría tirado por el balcón antes de llegar a medio día de convivencia. Pongamos que se llamaba Distancia, ¿de acuerdo? Y que siempre estaba en medio. Ya de paso pongamos también que la odiaba, lo cual es cierto. Pongamos que aún llamándose así siempre estaba a mi lado, por irónico que resulte, y que no le importaba lo más mínimo el dolor que sentía cuando me clavaba sus uñas en el cuello y me desgarraba algo más que la piel. Pongamos que dejo de hablar en pasado, porque lo sigue haciendo. Digamos que, por razones que no me apetece redactar, me la tenía jurada. ¡Y la muy hija de puta no se largaba nunca!
Pongamos que un día sale. Salimos, quiero decir. Que “¡No sin la Distancia!” podría haber sido mi lema y que —esto sí que es cierto— seguía sintiendo sus uñas en mí aun al salir corriendo y dejarla atrás como podía. Pongamos que en uno de estos días vacíos empieza a susurrarme en el oído historias que ojalá se guardase para sí misma, ¿entiendes? Y pongamos que… Pongamos que salgo corriendo de nuevo, esta vez llorando, y que el portazo que doy al irme acaba resquebrajándome hasta a mí.
Sé que me he extendido demasiado, ¿vale? Pero estoy acabando, lo prometo. Verás… Pongamos que ya no puedo más, ¿entiendes? Pongamos que Distancia por dentro me ha vuelto —definitivamente— hueca y gris con diminutos lienzos de colores colgados aleatoriamente por donde nadie mira. Pongamos que grito y me retuerzo; que vuelvo a irme y espero no volver. ¡Pero esto no es todo! Pongamos que encuentro, sin darme cuenta, una salida. O algo que me comprende. O alguien. ¡Qué más da! Pongamos… Pongamos que lo abrazo, ¿sí?
Sí. Pongamos que lo abrazo. Pongamos que Distancia me ve.
Pongamos que lo abrazo, que Distancia me ve y se pone celosa.
Pongamos que se va. Que me da igual. Pongamos que la olvido.
Pongamos que se ha ido. ¿Y ahora qué?
¡Ahora nada! ¡Eso es!
Despedidas de teatro.
hay violines llorando.
¡Bravo! ¡Bravo!
Otro violinista
ha sido fusilado
y se ha hecho Venecia
de música, lloros
y adióses.
Y en el escenario
tres góndolas
encalladas.
¡Bravo! ¡Bravo!
Al fin otras almas
varadas.
Además alguien
en el público
parecía estar hablando
del amor.
Pobre hombre,
pobre desgracia.
Díganme,
¿por qué se suicidó?
miércoles, 7 de mayo de 2014
Ni se me ocurriría.
— ¡Ni se te ocurra!
Me echó una de aquellas miradas llenas de odio y decepción. O tal vez fuese tristeza, no lo sé. Hace ya un tiempo que dejé de interpretarla porque hace ya demasiado que solo le pone énfasis a las amenazas de ese tipo. Amenazas que son sin ser, ¿entendéis? “Ni se te ocurra”. Ni se te ocurra, ¿qué? ¿Marcharme? ¿Abandonarte? ¿Dejar de perseguirte? Venga ya, corazón, que llevamos vividas muchas noches frente al mar.
Hacerse la dura no era lo suyo, y aún menos lo era con las mejillas rojas de rabia y la mirada hecha cristaleras. Podría… Podría escribir un libro entero hablando de ella cabreada conmigo por la calle. O en la playa. O en casa. Peor aún; en la de mi madre. O la de la suya. Daba igual. La cuestión es que no lo hago porque a las golondrinas ya les escribe Bécquer, y ella era una. No lo hago porque siento que no puedo, que mis días ya no riman y que he dejado de ser una preciosa coincidencia. No he decidido abandonarla, solo llamarle la atención. Que vea que los portazos pueden dolerle a alguien más que no sean las bisagras de la puerta.
Ya veis. Somos como una mala canción de Coldplay que suena de fondo mientras ella sigue cabreada y no hay nadie para poder ver lo bonita que se ha quedado la tristeza en esta calle. O en mi casa. ¡O en la de mi madre! ¡O la de la suya! Joder. Espero que no tengáis en cuenta mi sonrisa si me veis con ella por ahí. Ni cómo la miro o cómo intento abrazarla.
Es imbécil, joder. Imbécil y muy irritable.
Pero ni se me ocurriría dejar de quererla.
domingo, 4 de mayo de 2014
(...)
Seguro que esos malditos hijos de puta ni siquiera escriben lo que sienten al igual que, muy seguramente, se los estará comiendo la rabia por dentro cuando ven al éxito pasar por su lado y seguir de largo sin prestarles atención. Y estoy convencida de que si la falta de reconocimiento no les ha hecho ya explotar en mil pedazos, no habrá que esperar demasiado para que eso pase. Espero que algún día dejen de esperar halagos por palabras y acaben escribiendo algo que de verdad pueda hacer sentir a quien los lea. O no. Mejor que sigan forzando sus rimas asonantes en cada uno de sus versos y se atraganten con alguno, que ya me ocupo yo de escribir sobre cogerte de la vida en lugar que de la mano. Que no es que me pertenezcas como musa, sino que mereces algo más que un puñado de poemas tan vacíos y tristes que ni siquiera valdría la pena amueblarlos y quedarte allí a vivir. Y aunque sé que, después de todo, volverás a sus cínicas palabras, no puedo evitar sentirme como quien tira un búmeran roto y espera a que regrese cuando sabe que, en el fondo, no volverá nunca; como una soñadora más. Aún así, sigo pensando que todas las noches que paso escribiéndote se acaban quedando bonitas para pegarles un tiro a todos esos hijos de puta que no saben escribirte bien, como se le suele escribir a la Luna.
sábado, 26 de abril de 2014
Horas de lluvia sin sentido.
Siete horas de lluvia.
Dónde estás, que hay relámpagos.
Pero no fuera.
Si no fuera tuya,
¿de quién sería?
¿Mía?
"A veces te quiero".
Todo.
Nueve horas de lluvia.
Veintitrés páginas. Todas rotas.
Formo palabras. Las que quiero.
Y a veces te quiero.
Cuando no pierdo
consonantes.
Me he quedado atrás.
Llevamos doce horas de lluvia.
Ni un abrazo.
Ni una mano.
Ni un café,
ni cerrar los párpados.
Ni volver.
Ni irte.
Ni quererme,
porque a veces no te quiero.
"Querido Equis"
jueves, 24 de abril de 2014
(A duras penas) Escribo.
El mismo balcón desde el que la viste irse hace ya dos años…
Escribo… Escribo porque no sé doler de otra manera. Y aseguro que, detrás de todos los párrafos que haya escrito o vaya a escribir en mi vida, hay un mensaje único. Un mensaje de esos que se transmiten a gritos y que, por escrito, me llevaría todos los signos de exclamación del mundo. Un chillido desgarrador que diría que te estás yendo, cuando ahogado en él hay un “Ven a buscarme y no me dejes ir”. Y mientras todo sucede de golpe, en tu cabeza piensas cómo sería tu vida si el amor no significase para ti llegar a casa y escribirle a quien no supo interpretar una llamada de auxilio y un portazo.
A mi escribir podéis llamarlo chantaje emocional, que no importa. Yo escribo para quien no existe y quiere hacerlo.
Para esas personas que no son el puto Titanic,
pero se ven hundir igual.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)