jueves, 24 de abril de 2014

(A duras penas) Escribo.


Escribo para aquella chica que una vez me dijo que sería feliz cuando aprendiese a usar mis alas; para responderle lo que no le respondí en aquel momento. Lo de mi espalda no son alas, corazón. Sino sangre, unas tijeras y desconfianza quebrada; días caminando a ciegas por donde me advirtieron que no caminase. Escribo para la Luna. Para que baje el telón ahora que ya no hace de foco y no quedan locos matándose de amor en el escenario. Escribo para comprobar si algún día llegaré a ser capaz de representar con palabras un suspiro o una mirada triste más. Escribo para los pianistas que mantienen que la melodía perfecta necesita al menos una nota sostenida, como la persona cuerda que te da sentido cuando alcanzas ese momento de tu vida en el que no dudarías en tirarte desde tu balcón. Ese balcón desde el que sabes que no te matarías si cayeses, pero habrías sentido cómo era estar solo y ser libre a la vez en el aire, porque dicen que los pájaros en pleno vuelo son el símbolo de la libertad. 
El mismo balcón desde el que la viste irse hace ya dos años… 

Escribo… Escribo porque no sé doler de otra manera. Y aseguro que, detrás de todos los párrafos que haya escrito o vaya a escribir en mi vida, hay un mensaje único. Un mensaje de esos que se transmiten a gritos y que, por escrito, me llevaría todos los signos de exclamación del mundo. Un chillido desgarrador que diría que te estás yendo, cuando ahogado en él hay un “Ven a buscarme y no me dejes ir”. Y mientras todo sucede de golpe, en tu cabeza piensas cómo sería tu vida si el amor no significase para ti llegar a casa y escribirle a quien no supo interpretar una llamada de auxilio y un portazo.

A mi escribir podéis llamarlo chantaje emocional, que no importa. Yo escribo para quien no existe y quiere hacerlo. 
Para esas personas que no son el puto Titanic, 
pero se ven hundir igual.

No hay comentarios:

Publicar un comentario