Antes de nada quería dar las gracias a aquella carta que reescribí treinta veces.
Las treinta a la misma persona, con el mismo fin y con los mismos sentimientos.
La que lleva dos años olvidada en un cajón esperando el fuego en que, si un día me atrevo, arda.
La que nunca mandé.
(Este no es un extracto de ella)Veintisiete de julio de dos mil trece.
"Te escribo esta carta aún sintiéndome como un fénix acabado de resurgir de sus cenizas. De hecho, esta es la vigesimo séptima que te escribo en todo el mes. Llevo días reuniendo la ceniza suficiente de los borradores anteriores para encontrar las fuerzas necesarias para renacer de ellas. ¿Sabes? A lo largo de mi muerte interna solo he sabido reflexionar en mi epitafio, o en si tendré uno. A estas alturas solo sabría pensar en tu nombre, porque a ti se resumen gran cantidad de años de mi vida. Y siempre he dicho que los epitafios son solo para personas que se dejaron algo por recriminar al mundo, así que imagino que eres lo único por lo que tengo razones para odiar la vida. ¿Por qué no eres mía?
Dicen que escribo como los ángeles (que acabaron suicidándose en el Infierno) solo por ti, y me he vuelto puro egoísmo con quien pasa de largo cuando te ve por la calle a su lado. Quiero que recuerdes siempre que lo más bonito que has hecho sin mirarme es desorientarme, y que gracias a tu amor no correspondido he comprendido que no todos los versos que te dedico tienen que rimar. Que simplemente tienen que sonar; sostenerme.
Vuelve ya, que tu dureza dejó de incitarme a luchar en la página anterior del libro".
El fuego aquella noche del veintisiete iluminó mis ojos como los fuegos artificiales mi alma.
Veintiocho de julio de dos mil trece.
"Te escribo esta carta aún sintiéndome como un fénix acabado de resurgir de sus cenizas. De hecho, esta es la vigesimo octava que te escribo en todo el mes..."
No hay comentarios:
Publicar un comentario