jueves, 13 de agosto de 2020

Autogestionándome


Se me ha ocurrido decirle que todo es mentira; que solo echaba de menos que se me acelerase el pulso de vez en cuando, que solo echaba de menos que la mirada de alguien me necesitase como yo necesito respirar. 

He cogido el coche después de un mes encerrado y todas las canciones fueron tristes. Y se ha sentido como que seguía entre cuatro paredes tan oscuras que absorbían cualquier rastro de luz. El trayecto de hora y media, en mi mente, podría resumirse en los 3 minutos y 50 segundos que dura Where is my mind de Pixies. Lloraría, pero no soy así. El tiempo pasa muy lento para mí desde hace años, y desde hace años los sentimientos muy intensos no tienen efecto en mí a pesar de no saber controlarlos. Solo le duele al resto. Por eso llevo mucho tiempo preguntándome a mí mismo cómo es que me han permitido gestionarme solo.

Mentiría si digo que no me he planteado tirarme desde algún sitio muy alto. Mentiría también si dijese que no he pensado en tirarla a ella. La he recogido a la misma hora... De siempre. La hora a la que solíamos vernos. Podría sonar a algo habitual: pero no. Ocurría como un año bisiesto. Dejé de quererla hacía ya dos de esos, pero que estuviese era una costumbre. Éramos una costumbre. A menudo tengo la sensación de ser un sociópata cuando pienso que la tengo cerca únicamente para enfadarla y que los gritos me sienten como una descarga en el cuerpo cuando siento que me estoy dejando morir. Quiero que me mantenga despierto, lo suficientemente vivo para seguir. Pero me aburre.

Se me ha ocurrido decirle toda la verdad: que la quise lo mismo que duró un solsticio y luego nunca más, pero que me la quedo porque a mi autoestima le sienta bien cuando me ve y se emociona. Se me ha ocurrido. Camino adonde íbamos le he dicho que tenía una sorpresa para ella. "Te gustaban las luces ¿no, cariño?" y me ha asentido muy emocionada.

Quizá estéis pensando que quería suavizar la situación. La verdad es que, sí, os juro que se me había ocurrido contarle todo lo que había estado pasando en realidad. Sin embargo, me he parado en un lado de un mirador que daba a una zona muy bien iluminada, preciosa de noche, y le he dicho que mi sorpresa estaba unos metros delante: que tendríamos que ir caminando. "¡Qué bonito!" Sí. Te encantan las luces, hija de puta.

He arrancado en cuando ha avanzado unos metros y la he dejado allí. Y es cierto que se me había ocurrido confesarle que todo era mentira: pero pensándolo mejor, creo que me estoy muriendo. Creo que necesito el chute. Ojalá encuentre cómo regresar pronto y le vea saltar las chispas para que me llegue la descarga. Esperaré un año bisiesto más.

viernes, 21 de junio de 2019

ABSOLUTAMENTE TODO

Absoluta y completamente todo lo que tú jamás dirías en alto
pero también absolutamente todo lo que no querías pensar de más
↔♥↔


Se me pasan infinitas cosas por la cabeza y yo no soy capaz de retener ninguna, como que van a más velocidad de la que nunca he visto antes delante de mí.

 Creo que huele a incienso, pero no del todo. Más bien huele como una mezcla de incienso y el clásico olor que tienen los hospitales a... Esterilidad. A desinfección, a limpieza. A nada concreto. Me dice que pase y me siente, así que lo hago, pero es incómodo. Tengo frío. Delante de mí, un señor que me conoce de hace muy poco tiempo me sonríe y yo también a él, pero por dentro no quiero hacerlo. Por dentro quiero darle las gracias por haberme dicho que viniese, decirle que no me hace falta, levantarme y cerrar la puerta tras de mí. No va a pasar, no soy así.

 Me ha hecho preguntas sobre anoche. No sé. Ni me acuerdo mucho, ni quiero hablarlo, ni quiero pensar. Que qué siento. Pues verá, siento estar aquí. Aquí... aquí. Me refiero aquí. Es interpretable. Ahora mismo siento estar aquí, en consulta, pero es provisional. Aquí, en vida, es algo más atemporal. Seguramente no lo entiende. Y me ha dicho que sí, claro, como siempre, pero no. No lo entiende. Y sé que no lo hace porque me pregunta por qué todo para mí es así, y si lo entendiese sabría que no puedo explicarlo. Que se me pasan un millón de cosas por la cabeza en el minuto que me paso callado con los ojos muy abiertos y que tampoco sé ir nombrando todo eso. Es prácticamente inexplicable, difícil de definir. Sucede como en un flashback rápido de las películas en el que solo hay un fondo blanco y pasan un montón de imágenes, las percibes y tu cerebro se queda con ellas, pero ves demasiadas y cada una te llama más la atención que la anterior, así que las vas olvidando. Y cuando llegas al final, quieres hacer una reconstrucción de todo lo que acabas de pensar pero solo se te queda un borrón gris. Como si hubieses escrito a lápiz y borrado lo mismo ciento veinte veces. Sabes que has pensado en muchas cosas, pero en qué. Creo que acabo de definirlo, aunque no del todo. A veces así se siente pensar. La mayoría del tiempo que estoy solo. 

 "¿Qué ha pasado con ella?". Yo qué sé. Ni quiero hablarlo, ni quiero pensar, ni sé si lo recuerdo, ni creo que le importe, ni creo que me ayude. Ni siquiera creo que ella sea algo, o que esté siquiera. Creo que sería lo mismo, eso es lo que creo. Creo que se piensa que puede ayudarme, cuando realmente no puede. No pienso en ello. "¿Por qué?". Pues porque cuando lo hago llego a la conclusión de que coexisto con ella pero a la vez existo al margen. Soy una cosa y soy real y soy tangible y parece que existo cuando me mira. Pero cuando llega la hora del día en el que no puedo verle los ojos, también soy, pero diferente. Y a la vez igual que siempre. 

 De verdad, tengo mucho frío aquí dentro. No me parece que esté atendiendo a lo que digo, más bien me parece que está tan centrado en buscar una explicación que ni siquiera escucha lo poco que estoy dispuesto a contarle. Constantemente me pregunta por qué he hecho las cosas que he hecho, pero es ilógico. Porque no quiero estar aquí. El 'aquí' atemporal. Pierde el tiempo, lo pierde. No quiero ver manchas de tinta, no quiero hacer tests de inteligencia. No quiero hablar sobre mi infancia, ni sobre mis amigos. Ni sobre no saber mantener a ninguno. No quiero hablar sobre mi constante rechazo a hablar sobre mí, ni sobre mi dificultad para intimar con otra persona. No quiero hablar sobre ella. Ni sobre lo que pasó anoche. 

 Solo hay silencio ahora. Debo aparentar como un fantasma ahí sentado, quieto, blanquísimo, callado y manteniendo la mirada. Mantener la mirada es la única cosa que se me da bien de manera innata. Sonríe y es más bien una mueca, dice que hemos acabado, que ya me puedo ir. Yo sé sonreír enteramente, también con los ojos y que quede natural. Son años de experiencia. Me ha dicho que ha sido enriquecedor, que hasta la próxima vez que nos citemos. Lo que él diga, no sé. Yo no pienso volver.

domingo, 16 de junio de 2019

20''


►↕◄
Le he llamado y he colgado justo después de que cogiese el teléfono, como que para mí es suficiente con saber que sigue vivo. Y he seguido a mis asuntos.

Es cada veinte segundos
que encuentro nuevas formas
de echarme la culpa, la carga
o la bronca.
Es cada veinte segundos
que suena una nota.

Es cada veinte segundos
que me sorprendo.
Que me extraño,
que me compadezco:
porque dentro de veinte segundos
no estaré esperándolo
de nuevo.

Es cada veinte segundos
que pienso que no habrán otros veinte.
Que serán los últimos que escuche,
o que no me sorprenderán
si sí que vienen.

Es cada veinte segundos
que me acongoja una y otra nota,
que me hace querer estar sorda.
Cada veinte segundos pido al mundo
ser cualquier otra cosa.

Es curioso: no cualquiera
entiende el miedo de los veinte segundos.
El miedo de lo que es por sí solo,
aparentemente inofensivo.
No todo el mundo escucha
la terrorífica melodía que suena
como de fin, como de pena:
si agrupas seguidas las notas que truenan
cada veinte segundos.

He tirado el teléfono. Nadie lo entiende, pero no te volveré a escuchar jamás. 

viernes, 31 de mayo de 2019

IDWBM


↔♥↔
No sé de mitología
ni de poetas de libro
y recital.
Sé de historias que no
se cuentan. De palabras
que no se pronuncian.

Sé de mí y de las rosas
que se marchitan
sin haberse abierto antes.
Sé de notas de suicidio
sin suicidio.
Sé de matarse y no irse
o volver.

Sé de mí, de ti,
de cosas sin importancia.
Sé de suplicar un golpe más
por seguir recibiendo algo
de alguien.

Soy quien escribe bazofia.
A quien lees creyendo
que te salvará la vida
o de la muerte.
Que qué más da,
si son lo mismo.

Soy quien sabe de tonterías
y no sabe lo que es,
pero desde luego que no soy
quien podría salvarte la vida.

Downstairs


Que suene tu nombre en una iglesia
y que, de cualquier manera
ya no sea tu nombre.
Porque, al fin y al cabo,
tú ya no eres tú.
Y vivir ya no es vivir.

Que griten un nombre
frente a una lápida,
que no te pertenezca
y no signifique nada.
Quizá ni lo reconozcas. 

Que oigas cómo te llaman
desde lejos, donde solo hay un eco
y no mires atrás
porque ese sonido ya no tiene sentido,
ya no es nada de ti.

Porque no estás.

Que entre oscuridades
y neones vaya gente,
grupos, amigos,
conocidos, quizá
hablando sobre alguien
que crees recordar quién es
pero no enteramente:
porque no existe ya.

Que no vuelvan a sonar
las consonantes y las vocales
de nuevo juntas, en el mismo
orden, de la misma manera.
Que si, quizá lo hicieran
ya no fuese nada.

Que en las fotos les suene tu cara
pero nunca nada más,
y nunca nada más,
nunca nada más
porque no estás.

Ahora tu nombre
suena como un cántico,
un mantra; algo a lo que aferrarse
mientras lo gritan frente a tu lápida.
O lo lloran. O lo lamentan.
Todo cuando ya no estás. 

viernes, 12 de abril de 2019

X


"¡Primero la revolución,
y luego, la poesía!",
solía gritar.
Y para mí estuvo muy claro:
revolución y poesía son lo mismo
cuando se trata de hablar sobre ella.

Aún estoy aprendiendo,
pero vengo a solucionaros la vida:
Amor es pedir perdón por pecados
que aún no has cometido.
Amor es pedir perdón
por pecados que no son siquiera tuyos.

Querido quienquiera que seas:
no estoy tan vacío como parece,
simplemente he entendido que, al final,
quien se queda...
Somos solo nosotros
con ganas de más.

Solía decirme:
"Esperar es llevar rosas
donde aún no ha muerto nadie".
Pues espérame,
espérame.
Espérame fuerte,
sencillo,
bonito.

Puedes esperarme siempre:
no has de comprar flores,
la rosa eres tú.
(Y, por suerte,
no sabes que estoy muerto por dentro.
No aún.) 

01:49


Eh, escucha.

El reloj marca las 23:52. Tal como ves, no hay nada exacto. Estoy detrás de una ventana intentando encontrarte, pero la lluvia apenas me permite distinguir de dónde vienen las luces que veo esta noche. He parado el coche. Tengo un mensaje tuyo, pero no uno cualquiera: el último que me has mandado, aún sin leer. Y casi que temo hacerlo, porque puedo imaginar lo que me dices.

Marca las 23:56. Llevo ropa oscura. Estoy parado en un lado de la carretera, aunque justo dentro de la autopista. Los coches pasan muy rápido y muy cerca de mí, pero no tanto como lo hace el tiempo. Parece que te escribo a ti, pero en realidad no sé para quién lo hago... ¿Para ti? ¿Para el resto? ¿Para mí mismo? Esto acabará en manos de quien no sabe tu nombre, inevitablemente. Qué desgracia para ellos, porque vamos a llevarnos con nosotros un nombre que jamás sonará tan potente en el recuerdo de otros.

Marca las 00:18. Y llegado este punto te preguntarás qué importancia tiene la hora. Mucha, en realidad. Porque refleja el tiempo que me toma escribir cada parte. Es cada vez más difícil abrirme a... La situación, imagino. Parece que avanzo muy lento, pero para mí todo ha ocurrido tan rápido desde que diste aquel portazo en mi piso anoche. A estas alturas no sé qué hacer, no sé qué preguntas hacerme. La lluvia sigue sin dejarme ver más que las luces, pero me estoy planteando si realmente necesito algo más que eso. Y supongo que no. De luces ha ido este último día, así que les habré cogido cariño, con ese led del móvil parpadeando por tu mensaje cada segundo...

Reloj digital, y 00:41. Vestido de oscuro, autopista, no estás. Parecen haber pasado mil años desde que no estás. Te echo de menos, quizá debí decirlo antes. Y tras todo esto te preguntarás por qué estoy escribiendo, si no he dicho nada. Tienes razón. Pero me da la sensación de que he dicho más de lo que realmente queda reflejado con palabras, ¿o no es así? Si estuvieras aquí no habría preguntas. Solo respuestas. Quizá a susurros, quizá a gritos. Pero conmigo, respuestas. Te echo de menos, ¿no es esa la clave de todo? Te echo de menos, te echo de menos, te echo de menos.

01:21. Coche parado, vestido oscuro, autopista, no estás, he leído tu mensaje. No estás. No estás. No estás. Y estoy abriendo la puerta. Sí, en medio de la autopista. He tirado mi móvil lejos, y no he querido ver hacia dónde. Me tumbo en la carretera, estoy acostado. No estás. No sé, no estás. A quién le importa esto ahora. Te echo de menos.

01:49. Autopista. Asfalto. Lluvia torrencial. Nada.
¿Lo escuchas?
Adiós.

jueves, 11 de abril de 2019

No pienses en mí.


Hace ya cinco años que no escribo poemas de amor.

No quiero morir por dentro esta noche pensando en cómo escribirte que te quiero, porque no sé si te quiero. No quiero inventarme caballeros que escriben, echan de menos y aparecen cabalgando caballos en la puesta de sol. No quiero contarte mi vida, ni ninguna de mis vidas imaginarias. Quiero irme. Cerrar la puerta silenciosamente y, quizá, fingir que nada está ocurriendo. Que yo no he dejado de ser yo, que eventualmente volveré, que con dudoso pulso meteré la llave en la cerradura y estarás detrás con un café diciéndome que siempre llego tarde. Nunca llego tarde, pero entendería lo que quieres decir. No quiero escribir sobre hadas, quiero escribir sobre ti; que espero que no mueras si algún día dejo de creer.

Quiero que te olvides de que actualmente existo, de que alguna vez existí. Que te despiertes y te asomes al balcón sin tener ni la menor idea de mí y esté bien. Quiero no tener que dar explicaciones, poder salir corriendo sin encontrarme con más calles sin salida donde a un lado tengo un muro que chilla "quizá" y al otro, tú. Quiero dejar de tener dudas, tener derecho a despejarlas. Quiero dejar de sentir cómo algo me observa desde la nada, como si la culpa tuviese ojos y me estuviese juzgando cada noche. Quiero poder dormir antes de las cinco de la mañana, dejar de maquillarme las ojeras. Quiero que deje de costarme respirar cuando intento que no se me escuche cuando lloro. 

A veces pienso qué en haré cuando en mi vida se haga domingo. Cuando no quede nada que hacer, solo esperar a que todo vuelva a su forma. A veces pienso que me estoy autoculpando, que está bien querer que alguien te siga mirando cuando tú tienes los ojos cerrados, aunque ese alguien no seas tú. Ni siquiera sé por qué te escribo, pero sé que voy a pasarme la vida queriendo decirte... Que te voy a echar de menos. 

Mi peor naufragio, ahora lo entiendo:
fue siempre el no partir.

Vuelve a Barcelona

                               ♥ı                   
                             ♥ı
                           ♥ı
                         ♥ı
                       ♥ı
                     ♥ı
                   ♥ı
                 ♥ı
               ♥ı
             ♥ı
           ♥ı
         ♥ı
       ♥ı
     ♥ı
  ♥ı

Barcelona está toda mojada
y es culpa, probablemente, de tus caderas.
De tu forma de negarte
a hacerme el boca a boca
incluso cuando me encuentras
casi ahogado en este mar de idas,
de cierres de bares, de abandono,
de ocasiones perdidas, neones
y más neones aún, pero rotos.

Barcelona está toda mojada

y es culpa de tu rapidez al quitarte la ropa.
Culpa de tu manía de quitarla
toda a la vez.
Culpa de mi manía de querer perseguirte, incluso,
cuando no te distingo entre la gente.
Culpa, quizá, del Mediterraneo
que se ha mudado buscando tu casa,
queriendo oler tu pelo en lugar de los árboles
cuando llueve.

Barcelona está toda mojada

y casi seguro que es culpa de tu risa,
de todo aquello que eclipsa a las musas silbando,
de tu forma de entender los cuadros.
Será que guiñas el ojo demasiadas veces,
que sonríes a demasiadas ciudades.
Será que a Barcelona no la abrazas como antes.

Barcelona está toda mojada,

y será que contigo se acaba el verano
y se apagan antes las luces.
Será que las sábanas frías se abrazan
a las mantas, y yo me cuelgo
de algún lugar que queda aún sin inundar,
a estas horas, por la soledad
en las calles de Barcelona.

Barcelona está toda mojada

y será tu culpa que provocas con cada paso.
Que paseas por ahí con falda,
ignorando que nos llega el viento,
plagado de humo de los coches.
Será culpa tuya, por tanto pedir tiritas
para el mundo,
tanto pedir lluvia para las flores
o, para ti misma, enamorarte un poco.
Y escaparte así de la rutina
de este insomnio de por las noches.

Barcelona está toda mojada

y será, será, será, será.
Será tu prisa por irte,
por tu bufanda sin ser invierno.
Será por tu manía de esconderte en el baño.
Será por mi manía de buscarte en las cumbres.
Será porque te vi en la Rambla de madrugada
y se me vino el mundo encima.

En cualquier caso...


Barcelona está toda mojada.

Y quién no, ante tanta poesía.
Barcelona está toda mojada.
Te dije que no te escribiría.
Que no intercambiaba sexo
por apariciones en mi obra.

Ahora entiendo lo que me dijeron:

no busques putas en estas calles,
mucho menos a estas horas.

Ahora lo entiendo.
Pero por favor,
vuelve a Barcelona.

Hoy me ha dado por acordarme de ti porque ya no me siento enfermo. 
Emocionalmente hablando, me he curado de ti.