viernes, 12 de abril de 2019

X


"¡Primero la revolución,
y luego, la poesía!",
solía gritar.
Y para mí estuvo muy claro:
revolución y poesía son lo mismo
cuando se trata de hablar sobre ella.

Aún estoy aprendiendo,
pero vengo a solucionaros la vida:
Amor es pedir perdón por pecados
que aún no has cometido.
Amor es pedir perdón
por pecados que no son siquiera tuyos.

Querido quienquiera que seas:
no estoy tan vacío como parece,
simplemente he entendido que, al final,
quien se queda...
Somos solo nosotros
con ganas de más.

Solía decirme:
"Esperar es llevar rosas
donde aún no ha muerto nadie".
Pues espérame,
espérame.
Espérame fuerte,
sencillo,
bonito.

Puedes esperarme siempre:
no has de comprar flores,
la rosa eres tú.
(Y, por suerte,
no sabes que estoy muerto por dentro.
No aún.) 

01:49


Eh, escucha.

El reloj marca las 23:52. Tal como ves, no hay nada exacto. Estoy detrás de una ventana intentando encontrarte, pero la lluvia apenas me permite distinguir de dónde vienen las luces que veo esta noche. He parado el coche. Tengo un mensaje tuyo, pero no uno cualquiera: el último que me has mandado, aún sin leer. Y casi que temo hacerlo, porque puedo imaginar lo que me dices.

Marca las 23:56. Llevo ropa oscura. Estoy parado en un lado de la carretera, aunque justo dentro de la autopista. Los coches pasan muy rápido y muy cerca de mí, pero no tanto como lo hace el tiempo. Parece que te escribo a ti, pero en realidad no sé para quién lo hago... ¿Para ti? ¿Para el resto? ¿Para mí mismo? Esto acabará en manos de quien no sabe tu nombre, inevitablemente. Qué desgracia para ellos, porque vamos a llevarnos con nosotros un nombre que jamás sonará tan potente en el recuerdo de otros.

Marca las 00:18. Y llegado este punto te preguntarás qué importancia tiene la hora. Mucha, en realidad. Porque refleja el tiempo que me toma escribir cada parte. Es cada vez más difícil abrirme a... La situación, imagino. Parece que avanzo muy lento, pero para mí todo ha ocurrido tan rápido desde que diste aquel portazo en mi piso anoche. A estas alturas no sé qué hacer, no sé qué preguntas hacerme. La lluvia sigue sin dejarme ver más que las luces, pero me estoy planteando si realmente necesito algo más que eso. Y supongo que no. De luces ha ido este último día, así que les habré cogido cariño, con ese led del móvil parpadeando por tu mensaje cada segundo...

Reloj digital, y 00:41. Vestido de oscuro, autopista, no estás. Parecen haber pasado mil años desde que no estás. Te echo de menos, quizá debí decirlo antes. Y tras todo esto te preguntarás por qué estoy escribiendo, si no he dicho nada. Tienes razón. Pero me da la sensación de que he dicho más de lo que realmente queda reflejado con palabras, ¿o no es así? Si estuvieras aquí no habría preguntas. Solo respuestas. Quizá a susurros, quizá a gritos. Pero conmigo, respuestas. Te echo de menos, ¿no es esa la clave de todo? Te echo de menos, te echo de menos, te echo de menos.

01:21. Coche parado, vestido oscuro, autopista, no estás, he leído tu mensaje. No estás. No estás. No estás. Y estoy abriendo la puerta. Sí, en medio de la autopista. He tirado mi móvil lejos, y no he querido ver hacia dónde. Me tumbo en la carretera, estoy acostado. No estás. No sé, no estás. A quién le importa esto ahora. Te echo de menos.

01:49. Autopista. Asfalto. Lluvia torrencial. Nada.
¿Lo escuchas?
Adiós.

jueves, 11 de abril de 2019

No pienses en mí.


Hace ya cinco años que no escribo poemas de amor.

No quiero morir por dentro esta noche pensando en cómo escribirte que te quiero, porque no sé si te quiero. No quiero inventarme caballeros que escriben, echan de menos y aparecen cabalgando caballos en la puesta de sol. No quiero contarte mi vida, ni ninguna de mis vidas imaginarias. Quiero irme. Cerrar la puerta silenciosamente y, quizá, fingir que nada está ocurriendo. Que yo no he dejado de ser yo, que eventualmente volveré, que con dudoso pulso meteré la llave en la cerradura y estarás detrás con un café diciéndome que siempre llego tarde. Nunca llego tarde, pero entendería lo que quieres decir. No quiero escribir sobre hadas, quiero escribir sobre ti; que espero que no mueras si algún día dejo de creer.

Quiero que te olvides de que actualmente existo, de que alguna vez existí. Que te despiertes y te asomes al balcón sin tener ni la menor idea de mí y esté bien. Quiero no tener que dar explicaciones, poder salir corriendo sin encontrarme con más calles sin salida donde a un lado tengo un muro que chilla "quizá" y al otro, tú. Quiero dejar de tener dudas, tener derecho a despejarlas. Quiero dejar de sentir cómo algo me observa desde la nada, como si la culpa tuviese ojos y me estuviese juzgando cada noche. Quiero poder dormir antes de las cinco de la mañana, dejar de maquillarme las ojeras. Quiero que deje de costarme respirar cuando intento que no se me escuche cuando lloro. 

A veces pienso qué en haré cuando en mi vida se haga domingo. Cuando no quede nada que hacer, solo esperar a que todo vuelva a su forma. A veces pienso que me estoy autoculpando, que está bien querer que alguien te siga mirando cuando tú tienes los ojos cerrados, aunque ese alguien no seas tú. Ni siquiera sé por qué te escribo, pero sé que voy a pasarme la vida queriendo decirte... Que te voy a echar de menos. 

Mi peor naufragio, ahora lo entiendo:
fue siempre el no partir.

Vuelve a Barcelona

                               ♥ı                   
                             ♥ı
                           ♥ı
                         ♥ı
                       ♥ı
                     ♥ı
                   ♥ı
                 ♥ı
               ♥ı
             ♥ı
           ♥ı
         ♥ı
       ♥ı
     ♥ı
  ♥ı

Barcelona está toda mojada
y es culpa, probablemente, de tus caderas.
De tu forma de negarte
a hacerme el boca a boca
incluso cuando me encuentras
casi ahogado en este mar de idas,
de cierres de bares, de abandono,
de ocasiones perdidas, neones
y más neones aún, pero rotos.

Barcelona está toda mojada

y es culpa de tu rapidez al quitarte la ropa.
Culpa de tu manía de quitarla
toda a la vez.
Culpa de mi manía de querer perseguirte, incluso,
cuando no te distingo entre la gente.
Culpa, quizá, del Mediterraneo
que se ha mudado buscando tu casa,
queriendo oler tu pelo en lugar de los árboles
cuando llueve.

Barcelona está toda mojada

y casi seguro que es culpa de tu risa,
de todo aquello que eclipsa a las musas silbando,
de tu forma de entender los cuadros.
Será que guiñas el ojo demasiadas veces,
que sonríes a demasiadas ciudades.
Será que a Barcelona no la abrazas como antes.

Barcelona está toda mojada,

y será que contigo se acaba el verano
y se apagan antes las luces.
Será que las sábanas frías se abrazan
a las mantas, y yo me cuelgo
de algún lugar que queda aún sin inundar,
a estas horas, por la soledad
en las calles de Barcelona.

Barcelona está toda mojada

y será tu culpa que provocas con cada paso.
Que paseas por ahí con falda,
ignorando que nos llega el viento,
plagado de humo de los coches.
Será culpa tuya, por tanto pedir tiritas
para el mundo,
tanto pedir lluvia para las flores
o, para ti misma, enamorarte un poco.
Y escaparte así de la rutina
de este insomnio de por las noches.

Barcelona está toda mojada

y será, será, será, será.
Será tu prisa por irte,
por tu bufanda sin ser invierno.
Será por tu manía de esconderte en el baño.
Será por mi manía de buscarte en las cumbres.
Será porque te vi en la Rambla de madrugada
y se me vino el mundo encima.

En cualquier caso...


Barcelona está toda mojada.

Y quién no, ante tanta poesía.
Barcelona está toda mojada.
Te dije que no te escribiría.
Que no intercambiaba sexo
por apariciones en mi obra.

Ahora entiendo lo que me dijeron:

no busques putas en estas calles,
mucho menos a estas horas.

Ahora lo entiendo.
Pero por favor,
vuelve a Barcelona.

Hoy me ha dado por acordarme de ti porque ya no me siento enfermo. 
Emocionalmente hablando, me he curado de ti.

Ilegible

Saltó.
(Yo nunca lo haría)


Me dejó una nota
siete veces reescrita:
"Hay quien a veces te abraza
y te convierte en un puerto.
Y hay quien es como tú:
quien atraca,
pero no necesariamente
en barco."

Y me encontré una carta
hecha una bola
tras el sillón.
Justo como estoy yo,
pero encima de la cama
y sin ningún borrón.

La poesía no me parece tan bonita
desde que no leo un poema suyo
lleno de marcas de lápiz
detrás de cada letra.

Y la vida no me parece tan bonita
desde que saltar conlleva algo más
que jugar en una cama elástica
y al terminar volver a tener
los pies en la tierra.

Aunque ella nunca las tuviera.

Le dejé una estúpida nota
que, seguramente, jamás leería:
"Estoy al lado del radiador
esperando a que vuelvas,
y por muy cerca que me quede
no noto calor que me envuelva.

Y sé, amor mío,
que es de las estupideces
por las que te fuiste.
Pero me resultó una metáfora
de nuestro amor
incomprensible, 
casi admirable:

Está roto, ¿lo recuerdas?
Yo me sigo acordando.
Y aunque sé que no me dará calor
sigo esperando.
Porque sé que algún día estará dispuesto
a hacerme compañía".

(Hay veces que releo y ni yo entiendo
lo que te escribo.
Pero eso siempre me da igual
porque está como yo quería:
lleno de marcas de lápiz
justo detrás de cada letra,
justo como tú me escribirías.)