Boda. Frío.
Fuera. Dos y veintitrés minutos de la madrugada.
Me pregunto dónde se hospeda la Luna cuando se
despide, o si está comprometida con alguna estrella. Si ansia prender fuego a
cada calle que no lleva su nombre o si ha escrito alguna historia con una de
esas nebulosas.
Me pregunto si siente tanto frío como yo aquí
adentro aún en días especiales. Si echa de menos que alguien le regale rosas, o
si algún enamorado lo ha hecho alguna vez.
¿Qué significa
que las flores dejen de aparentar marchitas a la luz de las estrellas?
Soy ceniza más
que polvo. Decidme, ¿el cielo ha sido gris desde siempre o ha ido destiñendo el
color de la noche? Siento que de intentar quitarme la venda acabaré arrancándome
los ojos.
Boda. Frío.
¿Dentro?
… ¡Ahí no hay nada!
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