viernes, 21 de junio de 2019

ABSOLUTAMENTE TODO

Absoluta y completamente todo lo que tú jamás dirías en alto
pero también absolutamente todo lo que no querías pensar de más
↔♥↔


Se me pasan infinitas cosas por la cabeza y yo no soy capaz de retener ninguna, como que van a más velocidad de la que nunca he visto antes delante de mí.

 Creo que huele a incienso, pero no del todo. Más bien huele como una mezcla de incienso y el clásico olor que tienen los hospitales a... Esterilidad. A desinfección, a limpieza. A nada concreto. Me dice que pase y me siente, así que lo hago, pero es incómodo. Tengo frío. Delante de mí, un señor que me conoce de hace muy poco tiempo me sonríe y yo también a él, pero por dentro no quiero hacerlo. Por dentro quiero darle las gracias por haberme dicho que viniese, decirle que no me hace falta, levantarme y cerrar la puerta tras de mí. No va a pasar, no soy así.

 Me ha hecho preguntas sobre anoche. No sé. Ni me acuerdo mucho, ni quiero hablarlo, ni quiero pensar. Que qué siento. Pues verá, siento estar aquí. Aquí... aquí. Me refiero aquí. Es interpretable. Ahora mismo siento estar aquí, en consulta, pero es provisional. Aquí, en vida, es algo más atemporal. Seguramente no lo entiende. Y me ha dicho que sí, claro, como siempre, pero no. No lo entiende. Y sé que no lo hace porque me pregunta por qué todo para mí es así, y si lo entendiese sabría que no puedo explicarlo. Que se me pasan un millón de cosas por la cabeza en el minuto que me paso callado con los ojos muy abiertos y que tampoco sé ir nombrando todo eso. Es prácticamente inexplicable, difícil de definir. Sucede como en un flashback rápido de las películas en el que solo hay un fondo blanco y pasan un montón de imágenes, las percibes y tu cerebro se queda con ellas, pero ves demasiadas y cada una te llama más la atención que la anterior, así que las vas olvidando. Y cuando llegas al final, quieres hacer una reconstrucción de todo lo que acabas de pensar pero solo se te queda un borrón gris. Como si hubieses escrito a lápiz y borrado lo mismo ciento veinte veces. Sabes que has pensado en muchas cosas, pero en qué. Creo que acabo de definirlo, aunque no del todo. A veces así se siente pensar. La mayoría del tiempo que estoy solo. 

 "¿Qué ha pasado con ella?". Yo qué sé. Ni quiero hablarlo, ni quiero pensar, ni sé si lo recuerdo, ni creo que le importe, ni creo que me ayude. Ni siquiera creo que ella sea algo, o que esté siquiera. Creo que sería lo mismo, eso es lo que creo. Creo que se piensa que puede ayudarme, cuando realmente no puede. No pienso en ello. "¿Por qué?". Pues porque cuando lo hago llego a la conclusión de que coexisto con ella pero a la vez existo al margen. Soy una cosa y soy real y soy tangible y parece que existo cuando me mira. Pero cuando llega la hora del día en el que no puedo verle los ojos, también soy, pero diferente. Y a la vez igual que siempre. 

 De verdad, tengo mucho frío aquí dentro. No me parece que esté atendiendo a lo que digo, más bien me parece que está tan centrado en buscar una explicación que ni siquiera escucha lo poco que estoy dispuesto a contarle. Constantemente me pregunta por qué he hecho las cosas que he hecho, pero es ilógico. Porque no quiero estar aquí. El 'aquí' atemporal. Pierde el tiempo, lo pierde. No quiero ver manchas de tinta, no quiero hacer tests de inteligencia. No quiero hablar sobre mi infancia, ni sobre mis amigos. Ni sobre no saber mantener a ninguno. No quiero hablar sobre mi constante rechazo a hablar sobre mí, ni sobre mi dificultad para intimar con otra persona. No quiero hablar sobre ella. Ni sobre lo que pasó anoche. 

 Solo hay silencio ahora. Debo aparentar como un fantasma ahí sentado, quieto, blanquísimo, callado y manteniendo la mirada. Mantener la mirada es la única cosa que se me da bien de manera innata. Sonríe y es más bien una mueca, dice que hemos acabado, que ya me puedo ir. Yo sé sonreír enteramente, también con los ojos y que quede natural. Son años de experiencia. Me ha dicho que ha sido enriquecedor, que hasta la próxima vez que nos citemos. Lo que él diga, no sé. Yo no pienso volver.

domingo, 16 de junio de 2019

20''


►↕◄
Le he llamado y he colgado justo después de que cogiese el teléfono, como que para mí es suficiente con saber que sigue vivo. Y he seguido a mis asuntos.

Es cada veinte segundos
que encuentro nuevas formas
de echarme la culpa, la carga
o la bronca.
Es cada veinte segundos
que suena una nota.

Es cada veinte segundos
que me sorprendo.
Que me extraño,
que me compadezco:
porque dentro de veinte segundos
no estaré esperándolo
de nuevo.

Es cada veinte segundos
que pienso que no habrán otros veinte.
Que serán los últimos que escuche,
o que no me sorprenderán
si sí que vienen.

Es cada veinte segundos
que me acongoja una y otra nota,
que me hace querer estar sorda.
Cada veinte segundos pido al mundo
ser cualquier otra cosa.

Es curioso: no cualquiera
entiende el miedo de los veinte segundos.
El miedo de lo que es por sí solo,
aparentemente inofensivo.
No todo el mundo escucha
la terrorífica melodía que suena
como de fin, como de pena:
si agrupas seguidas las notas que truenan
cada veinte segundos.

He tirado el teléfono. Nadie lo entiende, pero no te volveré a escuchar jamás.