sábado, 15 de noviembre de 2014

Era ella.


"Seguramente un día
—una vez me dijo—
dejaremos de ser
porque dejarás de estar."

"¿Acaso deja una rosa
de ser una rosa
por estar marchita?"
Pregunté. Y me tapé los ojos.

Y por un momento
deseé de verdad una respuesta.
Ella solo me abrazó. Fría. 
Triste. Era un océano.
"El mediterráneo", pensé.

...Y no sabría explicar por qué.

La vida dura dos minutos.
Tres. Cuatro. Rara vez nueve.
Depende de la canción
que te recuerde a ella.

"Seguramente pronto
—escupió en otra ocasión—
me abandones como siempre
y me olvides como nunca."

"¿Acaso olvida un poeta
alguno de sus versos
aunque los abandone?"
Pregunté. Y no esperé respuesta.

"Siempre vuelve a mejorarlos",
respondió.
Y me quedé de piedra.

Era un dragón. Un fantasma.
Una noche de invierno.
Se volvió como pasar
el día entero en el cementerio.

La vida es llorar.
Reír. Volar. Decepcionarte.
Depende de la película
que le asignes a su existencia.

domingo, 2 de noviembre de 2014

Hasta siempre.


Cuando gritan “detente” y lo que quieren es que pares de irte, sabes que algo se fue antes que tú. No hay nadie tirándote del brazo, nadie halándote de los pelos para retenerte: solo tú y el viento. Y una música triste, quizá. Solo a veces. Cuando alguien grita lo que tú no querías oír. Lo que no querías que fuesen las últimas palabras: “¡Todo esto es culpa tuya!”,  “Ojalá pudiese hacer que te quedaras”, “Lo siento”. “¿No te importo ya?”. Da igual cuáles sean, nunca quieres oírlas. Son como un chantaje emocional al que sabes que sucumbirás sin querer.

Perdonad si me he vuelto adicta a hablar de despedidas… Será que últimamente llueve de más y echo de menos. Perdonad los mismos juegos de palabras de siempre. Perdonad si no aparezco. Perdonad si no respondo, ya sea a vuestras palabras o de mis actos. Solo quería… No abandonar. Esperar, quizá. A que pasara algo. O a que dejase de pasar. 

Hasta siempre, quienquiera que seas. Aunque nos hayamos ido hace ya tiempo. Ambos. O solo yo. Nunca sucumbí al chantaje. 
Brindemos por un invierno separados. Por el otoño que jamás vi llegar.

 Y perdón por la matanza de corazones que nunca me acuerdo de evitar.